Piscina con cascada, una cancha de fútbol 5 reglamentaria (de césped natural) y quincho cerrado con espacio para un asado multitudinario. Cuatro habitaciones, más una de servicio. Y una enorme sala de estar. El pasado sábado, Diego Maradona se mudó a una lujosa mansión ubicada en el barrio privado Campos de Roca, ubicado en el kilómetro 65 de la ruta 2.
El objetivo: estar más cerca de Estancia Chica, el predio de entrenamiento de Gimnasia La Plata (el viaje desde Bella Vista lo desgastaba mucho) y tener más espacio para continuar con su rutina “Maradona fitness”, con la que ya bajó más de 11 kilos, cortó el consumo de alcohol y se puso al día con la rehabilitación de su rodilla derecha, operada hace un año (le colocaron una prótesis).
“Está muy contento y cómodo”, subrayan desde su entorno sobre las primeras horas del Diez en su nuevo hogar. Ayer recibió la primera visita: estuvo con Dieguito Fernando, su hijo más pequeño (fruto de su relación con Verónica Ojeda) y se comunicó con Leopoldo Luque, su médico personal, para coordinar la semana de rutina física (el neurólogo vive en Adrogué y desde allí se trasladará con su moto para seguir de cerca la evolución del astro).
Diego había tomado la decisión de mudarse a fines de 2019; sin embargo, la dilación de la renovación de su contrato con el Tripero (que terminó acordando por otros 18 meses) y la irrupción de la pandemia de coronavirus demoraron la determinación.
En su flamante mansión, Maradona planifica el regreso a las prácticas, en contacto con su equipo de trabajo (encabezado por el Gallego Sebastián Méndez). “Está enchufado, con muchas ganas de estar en todos los entrenamientos. Insiste con que quiere llevar a Gimnasia a jugar una copa internacional”, apuntan desde su círculo íntimo. Mientras, sigue de cerca el mercado de pases (Lucas Licht y Paolo Goltz, dos de sus prioridades, renovaron su vínculo) y aguarda por la autorización del Ministerio de Salud (esta semana se dará la reunión formal con la AFA) para sentirse otra vez en su hábitat.