A la par de su rendimiento en la cancha, el carismático Rodrigo se hizo imprescindible en el grupo. En el inicio del Mundial fue de menor a mayor, como el equipo.
A De Paul sus compañeros lo cargan diciéndole que es el hijo de Scaloni. Es un chiste típico de vestuario cuando el plantel descubre que un jugador es uno de los favoritos del entrenador, en los casos que lo lleva siempre cuando va a un nuevo club o cuando lo convoca por sorpresa si se trata de una Selección y le da siempre minutos.
Rodrigo no estaba en el radar de casi nadie cuando el Lionel técnico lo llamó para ponerse la camiseta de Argentina. Ya había aparecido en Racing, con un paso en el Valencia y actualidad en Udinese ese 11 de octubre del 2018, el día del debut oficial en un 4 a 0 con Irak. Era otro De Paul no sólo por su look, por su perfil bajo, sino por su posición en la cancha: arrancó abierto por la izquierda, en modo extremo, en un equipo que en el medio jugó con Maxi Meza, Paredes y el Mudo Vázquez.
Aunque salió en el entretiempo se quedó a vivir en el plantel. “Los pibes me joden con eso un montón. ‘Rodrigo Scaloni’, me dicen. Son bravos, ja. Pero hay una realidad, no tengo vergüenza en decirlo: él sabe que cada vez que me ponga la camiseta de la Selección, obviamente por Argentina pero también por él, yo siempre voy a dar un plus. Me hizo cumplir el sueño más grande de mi vida”, blanqueó hace un tiempo. Después sumó minutos, se transformó en un intenso volante interno por derecha, se ganó el puesto en la Copa América 2019 y no sólo fue la revelación del equipo: De Paul es el gran hallazgo de Scaloni en su ciclo.
A la par de su rendimiento en la cancha, el carismático Rodrigo se hizo imprescindible en el grupo. Un valor muy importante, que generalmente se tiene en cuenta en los triunfos pero se menosprecia en los tiempos de derrota. De Paul rápidamente bajó del póster a Messi. Siempre le concedió su lugar de gran estrella del fútbol mundial, no borró de su cuenta de Instagram la foto de marzo de 2015 cuando lo enfrentó en un Valencia-Barcelona y escribió un sentido “cumpliendo sueños”.
Su fórmula fue hacerlo más terrenal en el día a día. “Una tarde, después de un entrenamiento, vi que se fue caminando, no se quedó con nosotros. Pensé que algo podía haberlo fastidiado, entonces me fui a duchar, después subí a las habitaciones y armé el mate. Habían pasado 40 minutos, así que le toqué la puerta: ‘¿Vamos a tomar mate y a jugar un truco?’”, recordó que le propuso. “Dale, vamos”, aceptó Messi. Ese fue el punto de partida de las fotos que los tienen siempre a uno al lado del otro. Rodrigo por momentos parece el amigo, la sombra, el guardaespaldas del 10. No comparten la habitación -Leo quedó solo después de la salida del Kun por su problema de salud y De Paul duerme con Otamendi- pero están siempre juntos. Esa relación permite que De Paul lo cuestione por los mates “lavaditos” en Telefé y Messi le responda en Primera persona en Star Plus: “El gil de Rodrigo me mató”. Ellos dos, Dibu y Otamendi son los intocables. Sería una gran ausencia si la lesión muscular finalmente saca de cuadro al alma del mediocampo de la Selección.
Scaloni ha tenido un ojo muy calibrado para las convocatorias. Son dos jugadores suyos el Dibu Martínez y el Cuti Romero, indiscutibles. Parece más meritorio el respaldo a De Paul porque el arquero que salió de Independiente ya era muy valorado en Inglaterra y el defensor que dejó ver su jerarquía en Belgrano de Córdoba había tenido una temporada excelente en Italia antes de irse a la Premier.
De todos modos, no cambia nada el orden en el podio: son todos para aplaudir. Rodrigo le aportó a la Selección su cambio de rol. En Racing, donde debutó con Luis Zubeldía, no sólo jugaba con la 10 de su adorado Juan Román Riquelme. Era un jugador que se basaba más en su técnica, en la creación. En su paso ida y vuelta por Europa retrocedió unos metros pero avanzó en su composición como mediocampista. La rompió en Italia. “Es una estrella, un todoterreno. Los equipos top están echando de menos a alguien con sus características. Sus actuaciones son fruto de su clase, pero sobre todo de su trabajo”, opinó en esos días Pierpaolo Marino, su director deportivo. Lo querían el Inter y el Liverpool, aunque antes de que tuviera su partido consagratorio contra Brasil en el Maracaná, el día que fue campeón de América, cuando asistió genialmente a Di María, ya lo había comprado el Atlético justo de Simeone por más de 40 millones de dólares. De Paul ya se había convertido en el Cholo de esta Selección.
En el momento de ebullición en la Copa América empezó el juego de las comparaciones, muy típico cuando se descubren rasgos en nuevos jugadores o en apariciones en la Selección que recuerdan a otras históricas. Se miró la foto de los titulares en México 86 y se pensó en De Paul como Ricardo Giusti. Todas las miradas son válidas en fútbol, aunque parecen distintos. El Gringo, histórico 8 del Independiente Rey de Copas, era más cerebral.
De hecho Bilardo le dio el rol de entrenador en la cancha: Giusti y el Checho Batista eran sus interlocutores, los que debían saber todo de su táctica. A Rodrigo se lo ve más como Simeone desde el vértigo, el contagio con los compañeros y también la ductilidad con la pelota. El propio Cholo, mundialista en Estados Unidos 94, Francia 98 y Corea y Japón 2002, opinó sobre las similitudes. “De Paul juega mucho mejor que yo y ve el juego mejor de lo que lo veía yo. No sé si tiene más gol. En la Selección logró un lugar especial, se percibe su liderazgo. Yo no sé sobre la intimidad del vestuario, pero dentro del campo de juego se nota.
Nosotros queremos que encuentre en el Atlético de Madrid lo mismo que en Argentina”, comparó en la última entrevista que hizo desde Madrid con F90, por ESPN. Tan dueño es De Paul que jugó 46 de los 53 partidos del ciclo Scaloni. Es el jugador de más presencias desde que Lionel dejó de ser ayudante de Sampaoli y se transformó en su sucesor.
De Paul en el inicio del Mundial fue de menor a mayor, como el equipo. Surfeó su alta exposición por su noviazgo súper mediático con Tini Stoessel y hasta los memes mal intencionados después de la derrota con Arabia Saudita. Él pudo domar esa dificultad aun cuando a veces es temperamental, como el día que iba a empezar a cantar contra los brasileños en el Maracaná y el capitán Messi le hizo la seña de parar. Su amigo Leo le habló mucho -y él escuchó- en el último año, cuando lo seguían paparazzis de todas las secciones de los portales. Así, en los últimos partidos Rodrigo volvió a ser el motor del equipo, como sus propios compañeros lo definen. Ellos lo valoran adentro y lo quieren afuera de la cancha. Su energía contagia. A lo Scaloni futbolista en Alemania 2006, donde siempre tiraba para adelante; o el Pocho Lavezzi en Brasil 2014, un tipo positivo para la convivencia y muy cercano a Messi como De Paul. Ellos pueden chicanear con que es el hijo del técnico, pero mirado en serio lo sienten como un hermano.
Cholo Sottile
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