“En dos años, quiero ser fondista de las mejores carteleras y pelear contra los mejores de mi categoría para unificar”, proyectaba Brian Castaño en agosto de 2018.
Apenas 11 meses después de la fecha planeada (y pandemia de coronavirus mediante), hará realidad su sueño. Será el sábado en el AT&T Center de San Antonio, donde enfrentará al texano Jermell Charlo con el objetivo de lograr lo que ningún argentino hizo antes: apoderarse de los cinturones de los cuatro grandes organismos rectores del boxeo mundial de una misma categoría.
A los 31 años, Castaño, dueño del título superwélter de la Organización Mundial de Boxeo, es el único campeón ecuménico que en estos días registra el pugilismo nacional (en cambio, ocho son las mujeres que ostentan ese privilegio) y el único, desde hace más de un lustro, en condiciones de estelarizar una velada de las dimensiones de la del sábado, como en otros tiempos lo hicieron Sergio Maravilla Martínez y Marcos Maidana. Pero llegar hasta este punto le demandó, más de una vez, resolver encrucijadas.
La primera fue la elección del deporte, ya que el pibe nacido el 12 de septiembre de 1989 y criado el barrio La Chaca de San Justo tuvo que optar entre el fútbol (jugó en las inferiores de Almirante Brown hasta la sexta división) y el boxeo, que empezó a practicar a los 11 años. La historia con los guantes venía de familia, ya que su padre, Carlos Alberto Castaño, llegó a hacer un puñado de combates profesionales en la década de 1990.
Fue Carlos quien terminó de convencerlo y también fue él quien, con un rígido sistema de patrullaje nocturno por las calles del barrio, impidió que Brian se desenfocara del objetivo. Las discusiones de madrugada entre padre e hijo en las esquinas de San Justo muchas veces subieron de tono mucho más de lo que algún psicólogo podría sugerir, pero terminaron arrojando resultados positivos.
Así lo reconoce Brian cada vez que puede. “Gracias por acompañarme en la vida y en lo deportivo. Mi ídolo, mi inspiración, mi pilar. Te amo, viejito. Ojala seas eterno rompebolas”, escribió en su cuenta de Instagram el 20 de junio del año pasado, el día del cumpleaños de Carlos.
Después de los primeros pasos en la sociedad de fomento Cultura y Deporte Villa Alida, a cuatro cuadras de la casa familiar, el mayor de los hermanos Castaño (el menor, Alan, también es boxeador profesional) obtuvo su licencia amateur a los 14 años. Por esos días, también se ganaba sus primeros billetes junto a su padre trabajando como barrendero y changarín. A los 16 años, ingresó al seleccionado argentino y se mudó al Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard), en Núñez.
Como aficionado, hizo casi 200 peleas, de las cuales solo perdió cinco. Entre sus vencidos estuvo, en el torneo clasificatorio para los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011 que se desarrolló en Cumaná (Venezuela), el estadounidense Errol Spence Jr., actual campeón mundial wélter del Consejo Mundial de Boxeo y la Federación Internacional de Boxeo y rival de Manny Pacquiao el próximo 21 de agosto en Las Vegas.
Tras no conseguir la clasificación a los Juegos Olímpicos de Londres 2012, Castaño saltó al profesionalismo en septiembre de ese año: noqueó en el cuarto round a Alejandro Domínguez en el Luna Park. En esos meses, también representó a la franquicia argentina Los Cóndores en la Serie Mundial de Boxeo organizada por la Asociación Internacional de Boxeo (AIBA): ganó sus tres combates, uno de ellos ante el ucraniano Sergiy Derevyanchenko, quien luego sería tres veces retador el título mundial mediano.
Pero cuando una racha de una decena de victorias empezaba a perfilarlo hacia una oportunidad importante, el cuerpo lo detuvo. A mediados de 2014, mientras se estaba preparando para enfrentar al rosarino Sebastián Luján, sufrió una descompensación. Los primeros estudios indicaron que sufría una miocardiopatía y una hipertrofia del ventrículo izquierdo que amenazaban con alejarlo definitivamente del deporte.
Una batería de estudios posterior determinó que se trataba de una arritmia leve, pero esos días de incertidumbre derivaron en ataques de pánico. Frente a esa encrucijada también tuvo que decidir. Optó por recurrir a Marcelo Bivort, un psicólogo especializado en trastornos de ansiedad y acostumbrado a trabajar con deportistas de alto rendimiento, quien lo ayudó a salir adelante: después de 10 meses de inactividad, volvió a subir a un cuadrilátero y noqueó a Javier Andino.
En ese entonces se encontró frente a otro cruce de caminos y debió optar: quedarse peleando en el país o probar suerte en Estados Unidos, de la mano del mánager Sebastián Contursi. Armó las valijas y partió junto a su padre y su hermano. Cuatro victorias allí lo catapultaron a su primera chance por un título mundial, que no desaprovechó: el 26 de noviembre de 2016, obtuvo en González Catán el cetro interino superwélter de la Asociación Mundial de Boxeo, que estaba vacante, al noquear en el sexto round al puertorriqueño Emmanuel De Jesús tras reponerse de una caída en el segundo asalto.
Esa fue la última presentación de Castaño en el país. Le siguieron dos defensas exitosas en Francia, ante Michel Soro y Cedric Vitu (cuando ya había sido reconocido como campeón regular), y otra en Estados Unidos, en la pelea más difícil de su carrera: el 2 de marzo de 2019, empató con el cubano Erislandy Lara en Brooklyn. Esa noche, la mayoría de los especialistas vio ganar al matancero, más allá de las tarjetas de los jueces.
Unas semanas después, la AMB le ordenó realizar una revancha con Michel Soro. La subasta para organizar el pleito la ganó la promotora Univent. De entrada, la negociación se tornó complicada por diferencias en la forma de pago de la bolsa del campeón y en el realización de los controles antidoping.
Esas diferencias obligaron a Castaño y a su equipo a tomar otra decisión crucial: aceptar las condiciones de Univent y defender el título en Francia, donde ya habían tenido dificultades extradeportivas en las visitas previas, o no firmar el contrato y exponerse a una sanción. Se inclinaron por esa última opción, apostando a que en Estados Unidos se presentarían oportunidades profesionales y económicas mejores.
Si bien la AMB le quitó el título el 25 de junio, la elección terminó siendo fructífera, aunque la pandemia de covid-19 retrasó unos meses aquel deseo de ser fondista en una gran cartelera y unificar los títulos de las 154 libras. El primer paso para ello fue conseguir la corona de la OMB. Después de un par de postergaciones, el 13 de febrero destronó al brasileño Patrick Teixeira en un duelo en el que expuso una superioridad pocas veces vista de un retador sobre un campeón en este nivel.
Ahora lo espera Jermell Charlo en el compromiso más importante de su trayectoria deportiva, para el que empezó a prepararse en Los Ángeles el 9 de abril, apenas tres días después su boda con Carolina Cotugno, su pareja desde hace ocho años. En suelo californiano se alistó junto a su preparador físico, Matías Erbín, su hermano Alan y, por supuesto, su padre Carlos. El mismo que lo llevaba de regreso a casa en aquellas madrugadas de San Justo.