Es insoportable. Dos líneas de cuatro. Un 5 y un 9 de combate. Un arquero lúcido. Laterales que en velocidad son flashes.
Ante ese Nacional, River ganó 1-0. Y consiguió un resultado… de difícil lectura. Porque quedó corto si se analiza el contexto macro: el Covid-19 de Enzo Pérez, la incertidumbre de los potenciales casos y la extensión del hechizo en los penales. Pero que ante el devenir del partido fue premio. Que pudo no existir, porque el 0-0 asomaba fijo, pero que se modificó por el empuje de Montiel hasta para meter un penal pesadísimo. Un premio que pudo ser corto y que Zuculini amplió sobre el final.
Nacional adhirió a la esperable táctica corset. Apelmazó líneas para generar superioridad numérica por sectores, ajustándose en defensa y propiciando el mano a mano, entendiéndose efectivo ante el roce físico y desactivando cualquier tipo de filtración de pases. Bergessio -movedizo, hábil en la fajina- retrocedía como pivot encima de Ponzio o hacia los costados, Cougo y Tressa profundizaron por las zonas Montiel y Angileri y defensivamente el bloque se movió rápido para achicarle espacios a Suárez, neutralizar a Borré y aislar a Carrascal, atrevido, el más lúcido en el desmarque.
Y en ataque fue práctico: el plan era, ante el primer error forzado, en transiciones de tres o cuatro pases lastimar. Bergessio, a la salida de un tiro libre, cruzó exigido un remate que desvió Díaz y luego Tressa se filtró entre Paulo y Angileri y definió desviado. Lo extraordinario no fue lo del equipo uruguayo sino lo del River que empezó el partido.
Porque River no fue River. No en el primer acto. Irreconocible, según el glosario gallardista. Aunque el estilo de Nacional no le permitió desdoblarse, quedaron en evidencia -y todos al mismo tiempo- algunos niveles individuales que no cumplen con los estándares de calidad que pretende el deté. Nacho Fernández, inconexo, ejecutó pases largos incómodos y poco razonados. Carrascal exhibió su habilidad individual para romper con gambetas, engañando con fintas para descontracturar el fondo uruguayo, aunque con poca solidaridad colectiva.
De La Cruz jugó en segunda. Y Borré falló hasta la vencida: desvió un centro bárbaro de Montiel, repitió en el segundo tiempo ante una habilitación de DLC -tapó Rochet- y obsequió con una definición displicente el penal (que no fue) y que el arquero desvió. Y Suárez definió bárbara una jugada de milimétrico offside. Si hubo enjundia en el fondo desde el acierto aéreo permanente de Rojas y la proyección a lo Sarah Connor de Montiel.
El segundo acto tuvo, de River, algo más parecido a su fisonomía. Ajustó -algo, no mucho- los niveles de precisión y aumentó la intensidad. Modificó su marcha, pues. Y le alcanzó para estar más prNico Berardoesente en zona Rochet. Carrascal mejoró su conectividad, siendo todavía más incisivo y vertical. Y el equipo tomó señal. Y avanzó, se posicionó mucho más adelante y forzó el retroceso de Nacional. Mucho mejor en modo ofensivo, generó jugadas, no prolijas, pero sí contundentes. Como la previa del penal (hubo mano luego del remate de Suárez y el punteo de De La Cruz) que Montiel pateó como debió ejecutar Borré. Alcanzó eso y el centro del Oreja perfecto a la cabeza de Zuculini para ampliar. Y el dos a cero es un negocio full.
Nico Berardo (Olé)
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