Es tan cierto que el resultado terminó quedando bastante corto como que River necesitaba una noche jugando así, siendo muy superior al rival, ahogándolo en su campo, llegándole por todos lados.
Y si bien Deportivo Táchira apenas si se le abroqueló atrás rezando para no sacar del medio en cada ataque, el partido representaba un gran desafío por lo que arrastraba el equipo -eliminación de Copa Argentina y derrota contra Argentinos- y lo que se vivió en la previa en las tribunas: Demichelis, como algunos jugadores que integraron el banco, fueron silbados masivamente por un estadio que en ese momento se encontraba aproximadamente al 40% de su capacidad.
Y eso, de lo que no es tan sencillo abstraerse y más cuando el gol no llega (51’ demoró) River lo superó: desde el primer minuto, y prácticamente sin bajar la intensidad, el dominio fue total y arrollador. Algo que se logró, en buena parte, por un planteo del DT que terminó dando efecto: consciente de que iba a tener el 71% de posesión de pelota con el que terminó, el esquema con tres puntas disipó las dudas que se pudieron haber generado antes del juego porque tanto Solari como Colidio tuvieron más actividad por adentro acompañando a Borja que como extremos, lugares que ocuparon Sant’Anna (actuación sólida para reafirmar su adueñamiento del sector derecho) y Enzo Díaz.
Osado, pero coherente: los venezolanos, que dejaban solo a Uribe flotando más adelante del bloque de nueve jugadores en defensa, no pudieron nunca ni siquiera intentar salir de contragolpe, sea por impericias en los pases o por la muy buena presión alta de River (Boselli y Paulo Díaz, destacados en ese rubro adelantando al máximo las líneas). Así, con la opción de siempre abrir la cancha con los laterales y mucha gente en el área para contrarrestar la densidad defensiva de Táchira, el CARP generó situaciones al por mayor, aunque falló bastante en la definición.
Que 10 remates de 32 hayan ido al arco ya es un indicio, pero más lo es el hecho de que el equipo pisó el área rival en 50 ocasiones. La construcción del juego fue correcta, con Echeverri muy lúcido, activo, preciso y en modo gambeteador, Fonseca encontrando habilitaciones largas con la misma facilidad con la que erró pases cortos, Colidio acoplándose y un Borja que fue incontenible e hizo un trabajo clave de espaldas. Y de frente: sus dos goles volvieron a confirmar que el Millo tiene a quién rezarle.
¿Cuál fue la falla, entonces? Que los de Demichelis por momentos se tentaron con toques complejos y muchas veces eligieron mal el momento para patear: si no, el resultado pudo haber sido una goleada que no terminó necesitando para ser el mejor de los primeros, dado que antes Palmeiras ya había empatado con San Lorenzo.
Y esto, para este River que cambia abismalmente de local a visitante, es tan importante como haberse reencontrado con una versión acorde al equipo que más puntos sumó de los 32 que disputaron la fase de grupos de la Copa. De hecho, tan positiva fue la noche que los cuatro del Mundial Sub 17 tuvieron rodaje.
Ahora, el foco será mantener el nivel y suplicarle a que del bolillero no salga un cuco para los octavos. De por sí ya es el número uno.
Gastón Pestarino (Olé)