Alivio para Boca, respiró, se sacó una mochila de encima, luego de una maratónica definición por penales, con once ejecutantes por cada lado. En medio de una incertidumbre interminable, la historia fue cerrada por los dos arqueros.
Leandro Brey, ante la ausencia del lesionado Sergio Romero, convirtió su remate y enseguida Guido Herrera desvió el suyo. Fue 8-7 para Boca, en una serie que la tuvo para ganar antes, en el penal de Pol Fernández (atajado) y estuvo a punto de perderla en los disparos de Kevin Mantilla y Franco Moyano, ambos afuera de los tres palos. La resolución era una moneda al aire que paralizaba los corazones.
Sin despejar las dudas futbolísticas que arrastra, Boca avanzó a los cuartos de final de la Copa Argentina y enfrentará a Gimnasia La Plata. A poco más de dos semanas de quedar eliminado por penales en la Copa Sudamericana, la imagen final de Diego Martínez testimonia la presión y angustia que carga sobre sus hombros. En un momento en el que recibe cuestionamientos desde distintos frentes, el entrenador de Boca se dejó caer boca abajo y con una mano golpeaba el piso.
Cuando se levantó, se marchó a los vestuarios con el rostro desencajado. Una eliminación, si bien tenía el atenuante de las numerosas bajas entre lesiones y convocados a los seleccionados, habría tornado más inestable su situación. Su Boca hizo valer la serie positiva que tiene contra Talleres en definiciones por penales por la Copa Argentina: se impuso en las últimas tres; las dos anteriores fueron en 2021 y 2023.
En un Boca con varios remiendos, los que intentaron manejar los hilos del equipo fueron dos titulares habituales: Pol Fernández y Medina. La conducción y distribución del juego pasaba por ellos, dueños de la pausa y la aceleración. Eran los más implicados en conseguir cierta fluidez colectiva y en disimular las fisuras de una formación sin varias piezas. Oficio para hacerse cargo del momento.
Boca tuvo el dominio y el control en el comienzo, aun sin ser muy profundo, salvo en una trepada de Blanco, que a pura potencia -su registro habitual- dejó a dos rivales en el camino y puso en apuros a Talleres con un centro que rebotó en Suárez y fue a las manos de Herrera.
Talleres se vio obligado a recuperar en su campo, sin resignar un rápido posicionamiento ofensivo cuando tenía la pelota. El encuentro discurría por carriles normales, con una leve superioridad de Boca, cuando se desencadenó una de esas acciones que marcan a fuego y tiñen todas las interpretaciones posteriores.
La Copa Argentina pagó dos altos precios: que el VAR no sea utilizado y la mala visión de Merlos para no advertir que la pelota había salido no menos de 15 centímetros por la línea de fondo cuando Aguirre le ganó la posición al zaguero colombiano Mantilla y encaró hacia al arquero Herrera, al que eludió para definir con un tiro rasante. Un error que comprometió más a Merlos que a su juez asistente, ya que Pablo Gualtieri controlaba el sector opuesto y tenía más difícil advertir que la pelota estaba afuera.
Aumentó la temperatura ambiental, se empezó a respirar tensión, con Talleres alterado y Boca procurando aquietar las aguas. En medio de ese frenesí, la calidad de Rubén Botta recordó que el buen fútbol siempre puede ser una solución cuando la vorágine amenaza con arrastrar todo. El volante ofensivo, que ya se había perdido por un desgarro la serie ante River por la Libertadores, ahora tampoco llegó en su mejor condición física. Igual, de sus pies surgió la luz que necesitaba su equipo, con una asistencia para el desmarque a la espalda de Blanco de Girotti, que definió con un remate cruzado. Talleres, que todavía tenía en la cabeza el perjuicio por el gol de Boca, reflotaba futbolísticamente.
El desarrollo se hizo ardoroso, no tardaron en aparecer los primeros amonestados (Botta por protestar, Lema por bajar a Palacios). Boca necesitaba más de sus mediocampistas abiertos, Zenón y Martegani. A Giménez, que viene mostrándose como un oportunista muy certero frente al arco, le llegaba poco la pelota, no encontraba espacios.
A las numerosas bajas, Boca le agregó una más con la lesión de Aguirre en un mal apoyo. El delantero, que volvió de los vestuarios con hielo en su rodilla izquierda, fue reemplazado para el segundo tiempo por el “Changuito” Zeballos, que no tardó en aportar peligro con un remate abierto que Herrera sacó al córner.
El partido siguió siendo intenso, disputado, ninguno de los dos imponía condiciones sin el riesgo de llevarse un susto. Mayúsculo fue el que sufrió Boca cuando Suárez, a dos metros del arco, al conectar un tiro libre en centro remató por arriba del travesaño como si fuera un despeje, cuando bastaba un simple toque para el 2-1.
Boca acentuaba su dependencia de Pol y Medina, que exigió a Herrera con un tiro desde fuera del área. El debutante Juan Barinaga, resuelto para la marca y pasar al ataque, fue amonestado por una infracción sobre Palacios.
Hubo otra polémica, ahora para que el que se sintiera perjudicado fuera Boca, con un dudoso offside marcado a Zeballos en una situación de gol. Los dos equipos llegaron con lo justo al final, en energías e ideas. Medina no llegó a conectar cerca del arco un centro desde la izquierda de Zenón. El desgaste pasaba factura en un partido que pasó más por el corazón que por la mente de los protagonistas. La serie de los penales también fue agotadora.
Claudio Mauri (LA NACION)
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