Algo más de nueve mil kilómetros separan a París de Los Ángeles, una distancia que hoy la ceremonia de clausura de los 33 Juegos Olímpicos realizados en la capital francesa recorrió con un espectáculo que le hizo honor a lo que ya es el pasado de la competencia y al futuro que se pondrá en marcha en cuatro años, cuando la llama olímpica se encienda en la ciudad californiana.
Para anticipar lo que vendrá, Tom Cruise protagonizó uno de los momentos más esperados de la fiesta cuando se lanzó desde lo alto del estadio hasta el escenario central donde recogió la bandera olímpica para, como si se tratara de una escena de la saga de Misión: imposible, subirse a una motocicleta que condujo por las calles de París, en un segmento en parte en vivo y en parte pregrabado, hasta a un avión que lo trasladó hasta el cielo de Los Ángeles y a lo alto del cartel de Hollywood decorado con los anillos olímpicos.
Con la participación de atletas reconocidos como Michael Johnson, que llevaron la bandera por toda la ciudad al ritmo de la música de Red Hot Chili Peppers, la emblemática banda californiana estaba lista para tocar en vivo en la playa de Santa Monica. Ahí mismo, estuvieron también Billie Eilish y los raperos Snoop Dogg y Dr. Dre cantando en pleno mediodía angelino para celebrar los juegos por venir.
Antes, a la hora del ocaso parisino y con el estadio construido para el mundial de fútbol de 1998 como escenario principal, la emisión de la gala comenzó con el protocolar apagado del pebetero instalado en la plaza de la Concordia y el traslado del fuego olímpico por parte de una de las grandes figuras locales de los juegos: León Marchand, el cuádruple medallista dorado en natación. Sin la lluvia que acompañó la celebración de apertura, en el estadio tras la interpretación a cargo de una orquesta en vivo de La Marsellesa, el himno nacional francés, los abanderados de las diferentes delegaciones de deportistas ganadores de medallas empezaron a desfilar frente a los 80.000 espectadores que los aplaudían desde las plateas. Luego, con el resto de los integrantes de los equipos rodeando las figuras geométricas -que representaban los seis continentes- instaladas en el centro del estadio que oficiaron de escenario, tras la entrega de las medallas a las ganadoras de la maratón corrida esta mañana y el homenaje a los voluntarios que integraron la organización de los juegos, comenzó el otro espectáculo.
Del estadio a oscuras se pasó al juego de luces que comenzó a revelar el show: una figura cubierta de dorado descendiendo desde las alturas cuyos primeros movimientos llevaron a la celebración del origen de los Juegos Olímpicos en Grecia con un despliegue que a diferencia de lo que sucedió en la apertura no tuvo la más clara dirección de cámaras.
Los planos generales del estadio encendido por el evocativo diseño de luces creado en las tribunas se apreciaban mejor que los detalles de lo que ocurría sobre el escenario con los misteriosos personajes de la apertura y los acróbatas y sus elaboradas coreografías que formaban los anillos olímpicos. La aparición del piano suspendido en el aire en el que el músico suizo Alan Roche interpretó el himno a Apolo dejó paso al segmento grabado con los momentos más sobresalientes de los juegos y la aparición de la banda francesa Phoenix en el escenario para interpretar su tema “Lisztomania”.
Rodeados de los deportistas olímpicos, los músicos franceses no sonaron a la altura de las circunstancias en lo que pareció ser un playback más energético que efectivo. Y un guiño, tal vez a Los Ángeles y la industria del cine ya que la banda compuso las bandas de sonido de películas como Boyhood, de Richard Linklater y Somewhere, de Sofia Coppola, con quién Thomas Mars, el cantante y líder de la banda está casado desde 2011. A Phoenix se sumaron luego el dúo Air y Ezra Koenig, cantante de la banda norteamericana Vampire Weekend, en una representación que estuvo más cerca del festival de música alternativa y que debe haber sonado mejor en vivo-esperemos- de lo que se escuchaba en la transmisión televisiva.
Natalia Trzenko