Brasil – Argentina. La verdadera trama detrás de un escándalo mundial

La reconstrucción de la suspensión del clásico del domingo no exculpa a nadie; el detalle de los minutos clave que determinaron el abrupto final

Una sigla alfanumérica: FDD-8953. Ese es el expediente disciplinario del que hablará el fútbol sudamericano durante los próximos meses.

 

En esa carpeta virtual de la FIFA se almacenan todas las actuaciones y los informes del Brasil-Argentina que quedó trunco cuando apenas se habían jugado cinco minutos en el Arena Corinthians, de San Pablo, el domingo. Tanto la AFA como la CBF brasileña fueron notificadas el lunes del inicio de las actuaciones mediante una carta firmada por Julien Deux, Director de los Cuerpos Judiciales de FIFA.

Se investiga la violación a dos artículos: el 14 del Código Disciplinario de la FIFA, que legisla sobre partidos no jugados o abandonados y el 5 del reglamento de las eliminatorias, que corresponde al retiro de equipos de la cancha, partidos interrumpidos o no jugados. Argentinos y brasileños tienen seis días para cargar la información que consideren relevante y sentar su posición con respecto al caso.

El expediente ya tiene los primeros documentos oficiales. Entre ellos están los informes del árbitro del partido, el venezolano Jesús Valenzuela, y el veedor de la Conmebol, el colombiano Juan Alejandro Hernández. La CBF hará su parte y en la próximas horas subirá tanto sus comunicados como el resumen de las actuaciones de la Agencia Nacional de Vigilancia de la Sanidad (Anvisa), clave en la suspensión del encuentro.

De toda la información que pudo recabar LA NACION en base a conversaciones con fuentes al tanto en el expediente se desprenden varios datos concretos. Por un lado, quien dio la orden de detener el partido fue Hernández, el veedor de la Conmebol. Le comunicó la decisión al cuarto árbitro (el colombiano Carlos Betancur), y éste a Valenzuela. Primera conclusión: el equipo argentino no abandonó en ningún momento el partido.

Más datos: Hernández define la cancelación del clásico luego de la “invasión” (la palabra fue repetida por tres fuentes independientes) del funcionario de Anvisa al campo de juego. Nadie supo su nombre, porque no se acreditó. Se desconoce si estaba incluso hisopado o vacunado contra el coronavirus. En las imágenes del partido se ve cómo luego ingresan otros tres funcionarios de la autoridad sanitaria brasileña (ninguno acreditado) y uno de ellos mantiene una discusión con los futbolistas argentinos Marcos Acuña y Nicolás Otamendi. En pleno campo de juego. En ese momento, y ya con el partido detenido, Hernández ordena que los equipos se retiren al vestuario para evitar un problema mayor. Argentina lo hace; Brasil, no.

La determinación de suspender el encuentro llegó media hora después, y tras la insistencia de la Anvisa de llevarse a los tres argentinos que eran titulares y estaban, según la ley brasileña, “en falta”. Con la Conmebol al tanto de lo que estaba pasando, el veedor se reunió con los árbitros en el vestuario y se tomó la decisión de cancelar el partido. Un detalle: a nivel deportivo, Emiliano Martínez, Giovani Lo Celso y Cristian Romero estaban habilitados para disputar el partido, tal como consta en la planilla oficial de FIFA y Conmebol. La situación provocada por las autoridades sanitarias desvirtuaba el encuentro y por eso no se continuó. Antes de la invasión hubo incluso una especie de negociación fallida entre enviados de Anvisa con los delegados del partido y funcionarios de CBF para llevarse a los tres futbolistas argentinos en el entretiempo.

Cerca del árbitro Valenzuela contaron algo parecido. Y aseguraron que en su informe el venezolano explicó que el encuentro se suspendió 30 minutos después de la detención, y luego de que las “gestiones realizadas para solucionar el inconveniente” no hubieran tenido una respuesta positiva. Anvisa, efectivamente, seguía en la suya. Y Conmebol aseguraba que los jugadores estaban habilitados por el protocolo de reanudación de los partidos en el continente sudamericano. En esta reconstrucción, Valenzuela (el árbitro) y Hernández (veedor) coinciden: el partido se detiene por la invasión de los funcionarios sanitarios (factor externo) y se cancela en forma definitiva media hora después ante la insistencia de la Anvisa para llevarse a los argentinos.

El principio del fin

Esa última negociación en las entrañas del Arena Corinthians fue el corolario de reuniones (presenciales y virtuales), llamados, gestiones bilaterales y envío de correos electrónicos y documentación a los funcionarios brasileños desde el sábado a primera hora de la mañana hasta la tarde del domingo, a menos de una hora del comienzo del encuentro. A las 15.09, y mientras el equipo argentino hacía el calentamiento sobre el césped, el ministerio de Salud brasileño le comunicaba de manera oficial a la Conmebol que no aceptaba el pedido de excepción para los cuatro argentinos de la Premier League. Lo hizo a través de un correo electrónico dirigido a la casilla [email protected] a nombre de Alejandro Domínguez, máxima autoridad del fútbol sudamericano. Un detalle: no se trata de la dirección de correo electrónico del presidente de Conmebol. Ni de la secretaría general. Tampoco del departamento de competiciones. Por otro lado, la negativa no se cursó a la FIFA, que es la organizadora de las eliminatorias sudamericanas.

“Considerados todos los datos recogidos después de la investigación epidemiológica, se entiende que hubo una omisión de información por parte de la delegación argentina en relación al “historial de viajes” de cuatro jugadores, incurriendo así en una infracción sanitaria, conforme lo dispuesto por la Anvisa. Así, recomendamos que los cuatro deportistas permanezcan en cuarentena en hotel, atendiendo a las reglas sanitarias vigentes en Brasil”, dice el documento firmado por Alessandro Glauco dos Anjos de Vasconcelos, secretario ejecutivo adjunto del ministerio de Salud de Brasil. Así, los argentinos de la Premier no sólo no podían disputar el partido, sino que debían aislarse durante dos semanas.

Lo curioso es que, según la documentación del caso (y corroborada con diversas fuentes off the record), las autoridades brasileñas e incluso de la CBF sabían que la AFA había aceptado su responsabilidad en la confección de las declaraciones juradas. Fue a las 14.30 del sábado y en una reunión con funcionarios de Anvisa, y de la que también participaron los delegados del partido. “Omisión involuntaria”, fue la explicación de la AFA.

A partir de ese momento comenzó una carrera contra el tiempo para lograr la excepción de los argentinos de la Premier. En simultáneo, la agenda del equipo albiceleste se mantuvo como estaba previsto, algo que enojó a las autoridades brasileñas cuando fueron a notificar a los cuatro deportistas “en falta” y se encontraron con que se habían ido al entrenamiento. La AFA solicitó formalmente la excepción al decreto interministerial 655 de Brasil a las 18.30 del sábado. Adjuntó los resultados negativos de los PCRs realizados en los últimos cinco días. Otra certeza: no había riesgo epidemiológico con su entrada a territorio brasileño porque, además, se movían en una burbuja sanitaria como establece la Conmebol.

La AFA envió la documentación con una certeza informal de que la solicitud sería aprobada. “Esto está bien, vamos a jugar”, escuchó una fuente que participó de ese encuentro y dio detalles de la reunión. Con el protocolo de Conmebol vigente, y que establece 72 horas sin cuarentena para todas las concentraciones sanitarias de los partidos, la cumplimentación del pedido era concebido como un “gesto de buena voluntad”. Un detalle: según pudo reconstruir LA NACION, de la reunión en la que se pidieron las excepciones para los argentinos participó el doctor Sergio Yoshimasa Okane, secretario de atención especializada en el ministerio de Salud brasileño. El mismo ministerio que el domingo negaría las excepciones a los cuatro argentinos.

Ese sábado a la noche, jugadores, cuerpo técnico y auxiliares del equipo argentino se fueron a dormir con la certeza de que estaba todo resuelto y que al día siguiente sólo se hablaría de lo que pasara en la cancha. Pero las excepciones nunca llegaron. El resto es historia.

Alejandro Casar González

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