Matador. Sí, justo en Victoria y contra Tigre, Boca tuvo cinco minutos en modo matador. Principalmente, porque encontró con Merentiel y Benedetto esa efectividad que le faltó, por caso, al otro Matador, a Cavani contra Sarmiento.
Leer más: Boca visitó a Tigre y le ganó con goles de Merentiel y BenedettoY con eso le alcanzó. Para hacer la diferencia. Para ganar por 2 a 0 el primer partido del ciclo Martínez. Para respirar. Y, por qué no, para volver a sonreír. Lo necesitaba.
Boca fue matador en el área, entre el minuto 17 y el 22 del PT. Pero no en el juego. Podría decirse que se encontró con esos dos goles que le facilitaron, luego, el desarrollo. Y el «se encontró» no es peyorativo. Porque Merentiel hizo mucho para que fueran realidad. Pero Tigre también.
Primero, la Bestia la robó ante un pase corto de Cardozo a Nardelli en mitad de cancha y desde ahí fue imparable hasta definir con su sello, el del goleador que aparece cuando más se lo necesita. Y luego, metió una asistencia de enganche para Pipa que se filtró entre una defensa local que, como contra Racing en el Cilindro, ofreció esas ventajas de las que se pagan.
De todos modos, que Boca haya encontrado goles en sus dos nueves no deja de ser una virtud. En efecto, que la concepción de sus gritos haya respondido más a conquistas personales, no le quita mérito. Porque esta vez, por empezar, no falló. Y después, está claro, los provocó. Estuvo atento para presionar y para olfatear el error del rival. Y así hizo la diferencia.
¿Y desde el juego? Tuvo, de alguna forma, el control del partido incluso sin tener el dominio total de la pelota. Con Mauricio Benítez siendo un mejor socio de Pol Fernández que Campuzano, con Zenón nuevamente protagonista y con Advíncula, otra vez de volante/extremo, pero menos punzante que con Almirón. Igualmente, es escenario, le bastó para ser superior a Tigre y para imponerse de manera merecida en el primer tiempo. Jugó cómodo. Y mejor.
Para el segundo tiempo, Pipo Gorosito cambió: metió mano con tres variantes de una. A la cancha Maroni, Esquivel y Londoño para generar un revulsivo ofensivo. Sin embargo, nunca le encontró la vuelta. Apenas inquietó a Boca con un remate de Maroni y una situación poco clara que Romero resolvió con un manotazo, pero no mucho más. El tema, claro, es que el Xeneize tampoco lo fue. Con todo a favor, tampoco lo fue.
El equipo de Martínez, en lugar de ir por más, se quedó. Salió Benedetto, entró Bullaude (muy bien) pero más allá de las dos chances que tuvo Merentiel para marcar el tercero, Boca no aprovechó el campo abierto. Y la desesperación del rival. Y en ese contexto, el partido se hizo desprolijo, más peleado que jugado, impreciso de toda imprecisión.
El final lo encontró al Xeneize jugando con los nervios de Tigre. Y amortiguando, en definitiva, su propia necesidad. Ganó el partido que tenía que ganar. Y ahora sí, tendrá margen para mejorar en el juego, en su volumen, en su consistencia, en sus asociaciones. Pero hay victorias que no se discuten. Ni necesitan tanta explicación. Sobre todo, cuando la justicia no tiene objeciones…
Redacción Olé