Después de golear a Monagas para justificar por qué fue el puntero de su grupo en la Copa Libertadores, Boca encontró una luz en medio de las tinieblas que era su rendimiento ante Sarmiento para corregir un poco su errática campaña en la Liga Profesional con un triunfo por 2-0.
Los goles de Miguel Merentiel, máximo anotador (6) del equipo en el torneo local, y de Cristian Medina, sacaron a los hinchas por un momento de las tribulaciones y les aflojó el ceño fruncido. Lo que veían del equipo los llevaba a imaginar en posibles soluciones o atajos. Quizá la situación cambie algo cuando regresen algunos de los lesionados (Advíncula, Benedetto, Langoni, Rojo, Zeballos). O quizá algún refuerzo de peso, que asoma indispensable para encarar mejor armado los octavos de final de la Libertadores.
No está mal que en medio de esas especulaciones caiga una victoria que, paradójicamente, Boca la consiguió por la vía contraria a la búsqueda de toda la noche. Fue de contraataque. Castigó y sorprendió a Sarmiento en el momento que salió de su cueva. Dos distracciones desnudaron al equipo de Junín, que hasta esos momentos había estado con los cinco sentidos en el partido.
Le sobraban pases y le faltaba sorpresa a Boca, que parecía adormecerse en su propia circulación. Un canto de cuna del que no salía ni aún con los fuertes decibelios que bajaban de las tribunas en forma de aliento.
Boca sabía la clase de partido que le esperaba, estaba avisado. Sarmiento es el equipo con menor porcentaje de posesión de la Liga Profesional: orilla el 35 por ciento. Es más una elección estratégica que una carencia. Su estilo pasa por ocupar bien los espacios en su campo, anular al rival y salir de contraataque cuando las circunstancias lo permitan. Ese libreto puede acentuarse un poco más cuando hace visitas riesgosas, como en el caso de la Bombonera.
Ante esa oposición previsible, Boca hacía poco por desestabilizarla con su lentitud y elaboración pausada. Mucho pase lateralizado entre jugadores que recibían al pie. En la formación fueron titulares nueve de los que golearon a Monagas. Volvió Figal por Valentini, y después de 10 meses de calentar el banco o de ni ser convocado, Rolón estuvo desde el comienzo, en un doble pivote con Varela. Por delante de ellos, Pol Fernández, abierto sobre la derecha; Medina, más centrado, y Barco, en la función más ofensiva que Almirón le asigna por la izquierda.
Sarmiento estaba a gusto y hasta se permitió inquietar a Romero con su fórmula: cortó en el medio campo una salida de Figal y armó la réplica con Gondou para el remate bajo de Melano.
Mucho juego interior inocuo y poco desborde. En ese embudo se ahogó Boca. Apenas si Medina alteraba el guion con su dinámica para romper líneas y encontrar espacios con llegadas al área. Barco también se cerraba y aumentaba la aglomeración en la zona media. En el primer tiempo, el juvenil hizo al menos una jugada con su sello, el que le abrió camino en primera división y crea expectativas: encaró, gambeteó a dos adversarios y cuando iba a desbordar fue cortado con foul por el zaguero García, amonestado. En medio del desierto que fue la primera etapa, esa acción era un oasis, inmediatamente disuelto porque Boca no aprovechó el tiro libre.
Sarmiento cumplía con su plan sin necesidad de excederse: apenas cinco foules cometió en el primer tiempo. Con los movimientos tipo parabrisas le bastaba para bloquear los tibios intentos locales. Merentiel estaba desaparecido, Weigandt no terminaba de romper con sus proyecciones, Pol Fernández deambulaba. Medina no encontraba socios, se terminaba contagiando de la pasividad general.
Sarmiento tuvo que despedir a una pieza importante, el arquero Sebastián Meza, que, vencido el préstamo, volvió a Huracán. Debutó en la Liga Profesional José Devecchi, que en su época en Aldosivi tenía trabajo a destajo. Sus nuevos compañeros lo protegieron bien para que en la primera etapa apenas tuviera que intervenir.
Rolón le dejó su lugar a Oscar Romero, un volante con gambeta y más peso ofensivo. Se haría notar el jugador paraguayo, que no termina de recibir un explícito respaldo del entrenador. Pero más allá de lo individual, Boca necesitaba espabilarse colectivamente. Enchufarse, cambiar la imagen. Y no descuidarse, porque Gondou estuvo cerca del gol al empalmar una asistencia de emboquillada de Quiroga.
Una ilusión se encendió en Boca cuando Barco y Fabra combinaron como ante Monagas, pero sin que el colombiano pudiera evitar el cierre de Insaurralde. Se venía Boca y Sarmiento le respondió con otro filoso contraataque, que no definió bien Melano.
Contra todo pronóstico, Boca rompió el muro visitante de contraataque, primero con un error no forzado en la salida de Sarmiento, luego con una veloz jugada que arrancó en un tiro en ataque libre para la visita. El ingresado Romero fue influyente en los dos tantos. Lo que era un 0-0 cerrado a cal y canto, derivó en la abundancia de dos goles. Le queda bastante por mejorar al equipo de Jorge Almirón, pero siempre es más propicio hacerlo desde el estado anímico que dejan los triunfos.
Claudio Mauri
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