Al Boca de siempre le tomó cuarenta minutos empezar a jugar el partido como tenía que jugarlo. Hasta allí, un equipo con la intensidad intermitente, un rasgo alarmante por el presente del equipo y por lo que se estaba jugando.
La necesidad no fue el combustible que se esperaba para un equipo que no parecía ser consciente de sus propias urgencias. Porque Boca salió con una suficiencia que no tiene, porque no se apoya en seguridades. Mucho menos en certezas de saberse superior. Boca no parecía ser un equipo con cuentas que pagar ni pruebas que rendir. Salió con la misma intrascendencia que fue, es, parte del ADN del ciclo. De a ratos se plantaba con autoridad, intentaba ser intenso y constante en la presión, pero era apenas una intención, para volver al plan de siempre de tirarse atrás, dejar al rival que hiciera lo suyo, para otra vez meter algún fogueo de más ruidos que nueces. Cuando podía meter alguna jugada a fondo (siempre, siempre, por los laterales, el medio era una zona de gestación cero), supo cómo desequilibrar. O cuando Cavani recibía desmarcado, o cuando Merentiel hacía la Gran Patoruzú e iba solo contra todos.
Después que casi toda la primera parte se fuera en intenciones tibias, Boca tuvo cuatro, cinco minutos de juego sostenido, de presión, de tenacidad. Pateó al arco por primera vez, un tiro de la Bestia que pegó en un rival, luego de un gran centro de Blanco. Y casi enseguida, una combinación entre Medina y Merentiel, que terminó en un desborde del uruguayo por izquierda que no encontró un buen receptor en el medio.
Boca, entonces, sintió que había dominado, aunque en los hechos fue más sensación que realidad. Pero el cierre a toda máquina lo dejó mejor parado para el ST. Y a partir de ahí sí, otro Boca, ya nomás desde lo postural, desde la actitud. Y también desde el juego, en el ingreso de Martegani que le dio otro impulso a un mediocampo que hasta ahí seguía extrañando al Zenón que se fue a Paris, y que evidentemente no es el que volvió…
El ex San Lorenzo metió dos centros desde la izquierda para Cavani, que no los llegó a conectar por centímetros. De hecho, Martegani inició la jugada del gol, combinó con Medina, la tomó Zenón y ahí sí, se reivindicó con un pase delicioso, dejó solo al Matador para encarrilar la noche con un golazo. Inclusive, debió hacer más goles Boca. En una misma jugada, Cavani reventó el palo (tras otro pase de Merentiel) y en el rebote Zenón definió y Cassio salvó la serie con un manotazo. Cruzeiro, demasiado áspero para meter, pero demasiado tibio para jugar, tuvo una chance para empatar pero una tapada de Chiquito ante de Lautaro Díaz hizo justicia. Si Boca se convence, deja las dudas de lado y se anima, puede soñar, porque no es menos que nadie. Así, Veo Horizonte…
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Pablo Ramon
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