Aún en partidos incómodos como el de anoche frente al DIM, en el que pasó factura la larga inactividad que había pasado desapercibida hace ocho días en Paraguay, pero se notó en suelo colombiano, en el que por momentos mostró un despliegue algo lentificado.
Pero con dos premisas claras: solidez defensiva y la búsqueda del gol hasta el último instante.
Y con esa fórmula, tan antigua como sencilla, la ecuación le cierra. El equipo azul y oro cerró su actividad como visitante en la etapa de grupos con dos victorias y un empate: siete puntos sobre 10 fuera de casa, que le permite, más allá de que las matemáticas aún no lo confirman, comenzar a analizar posibles futuros rivales en los octavos de final de la Copa Libertadores.
La firmeza de la última línea es evidente en el desarrollo de cada partido. Y se traduce en números: en cuatro partidos recibió apenas un gol. Fue en el debut, 1 a 1 con Caracas. Ese punto que por esos días parecía poco y hoy, con el club venezolano como escolta, vale un poco más. Después, tres vallas invictas: 3 a 0 (DIM, en la Bombonera), 2 a 0 frente a Libertad en Asunción y el 1 a 0 de anoche en Medellín.
Pero hay algo más. Porque esa solidez no se resiente con el cambio de nombres. Entonces, si nada cambia cuando en lugar de Buffarini juega Jara como lateral por derecha, o si en reemplazo de Lisandro López en la zaga aparece el peruano Carlos Zambrano, o incluso si en el lateral derecho aparece Mas y no Fabra, el camino es el acertado. Si la modificación de piezas no altera el engranaje, es una gran señal.
Con el paso de los partidos, interrumpidos por la pandemia de Coronavirus, Boca se fue convirtiendo, y reconvirtiendo, en un equipo con una identidad establecida. Que se defiende muy bien. Que si esa última línea falla atrás aparece un arquero de nivel internacional, como es Esteban Andrada. Y al que resulta muy difícil convertirle. Pero al mismo tiempo, no se resigna ni baja los brazos jamás, y que exhibe una imagen de que en cualquier momento del partido puede anotar. Sea en los primeros minutos del partido, como frente a Libertad, o en los últimos, como anoche. En ambos casos mediante Eduardo Salvio, el volante que se convirtió en un inesperado goleador del ciclo: en este 2020 lleva 10 goles en 11 partidos, con un bestial promedio de 0,91 tantos por encuentro. Y en la Copa, 5 gritos en tres juegos. Una grata frecuencia que el equipo valora y disfruta.
A esta altura es más que evidente la mano de Miguel Ángel Russo, más allá de que al igual que en Asunción Somoza ocupó su lugar en Medellín. El propietario de esa marca registrada «Son decisiones» precisamente hizo eso, y se nota. Campuzano hace todo bien y simple. Pol Fernández fue una muy buena incorporación y Maroni recibió otra inyección de confianza, aunque el desgaste producido por cumplir un rol al que no está habituado (el cordobés es un enganche clásico y viene jugando de mediapunta por izquierda) le pasó factura: se fue con una contractura en el isquiotibial derecho que en Buenos Aires será revisado para descartar una lesión más grave. Si hasta el ánimo de Tevez sigue siendo diferente: con entusiasmo, con un estado físico impecable, con más fuerza de piernas a la hora de rematar al arco o de pedir un tiro libre y un dato mucho más importante que todos los demás: sin caras largas si la chapa marca que él es el hombre que debe ser reemplazado.
En este contexto saludable, ¿qué es lo que debería mejorar Boca? Seguramente la definición. Frente a Libertad malogró demasiadas oportunidades y sufrió innecesariamente más de la cuenta. Y lo mismo anoche, en el que pudo abrir la cuenta mucho antes (un remate de Salvio fue desviado por el arquero y luego dio en el travesaño, y un tiro cruzado de Pol salió apenas afuera junto al palo derecho).
También parecería que le falta encontrar una pieza más eficiente sobre el costado izquierdo del ataque. Las ganas de Maroni chocan con su inexperiencia en el rol que le designan, Pol Fernández se tira demasiado atrás cuando debería soltarse y pisar con más frecuencia el área. A Cardona todavía no lo ven para jugar 90 minutos. Zárate sigue en el banco. Y Villa no será considerado hasta que no se resuelva su situación judicial.
A casi 7 meses de la inolvidable y agónica obtención de la Superliga y del festivo 3 a 0 sobre el DIM, Boca volverá a jugar el próximo martes en una Bombonera diferente. Vacía. Será una postal anormal, ante la cual el equipo xeneize, seguramente con Russo sentado en el banco, volverá a exhibir las armas que tan buenos resultados le viene dando para sentenciar su clasificación a octavos de final. Con la gran posibilidad de hacerlo como líder de su grupo, lo cual siempre es una ventaja.
Por: Pablo Lisotto