El arquero atajó dos penales en la definición tras el 1-1 frente a Palmeiras, y el equipo de Almirón buscará una vez más la corona continental
Por: Federico Cornali
SAN PABLO.- Las lágrimas se derramaron por la emoción. Fue otra épica definición por penales. Boca parece estar hecho para eso. Ni hablar de Sergio “Chiquito” Romero, que ya era la figura mucho antes de atajar los remates de Raphael Veiga y Gustavo Gómez. El Xeneize puede descansar en su arquero, a estas alturas héroe más que futbolista. El 4-2 luego del 1-1 en el tiempo reglamentario puso a Boca en la gran final de la Copa Libertadores, el 4 de noviembre próximo, en el Maracaná, frente a otro brasileño, Fluminense, que un día atrás había conseguido una dramática clasificación.
Boca hizo un buen primer tiempo, inteligente. Se puso en ventaja de la mano de la sociedad Merentiel-Cavani, que rompió el maleficio. Después fue quedándose. En el segundo lo condicionó la expulsión del Rojo. El empate de Piquerez pareció hundirlo. ¿Quién lo salvó? Romero. Siempre “Chiquito”.
El clima ya estaba enrarecido. Inflamados por los actos racistas que –como consta en la denuncia que Palmeiras elevó el miércoles a Conmebol– vivieron en la Bombonera el jueves pasado, los torcedores del Porco hicieron todo lo posible para convertir en un “infierno” la estada del equipo visitante y de los más de 2000 hinchas argentinos. Boca se adaptó al clima durante un largo rato. De la mano de Barco y con la guapeza de Merentiel. Palmeiras no tenía forma de llegar hasta que los visitantes empezaron a sentir el cansancio y a retrasarse.
La tensión se había advertido. Incluso, antes del partido. En la calle Padre Antonio Thomaz, destinada al acceso de la parcialidad visitante, desde la noche del miércoles podía verse la frase “Fogo nos Racistas” (Fuego a los Racistas”) pintada en el asfalto. Primera amenaza. Además, en varios postes de luz se multiplicaron stickers en los cuales podía verse el rostro de Diego Armando Maradona siendo humillado por un mono con la camiseta de Palmeiras. La rivalidad era absoluta.
Así fue la definición por penales
Por su parte, Palmeiras tampoco llegaba al duelo en su esplendor, más allá de haber ganado la Libertadores en 2020 y 2021, y de haber levantado el trofeo del Paulistão y la Supercopa de Brasil durante el primer semestre del año. Si bien la continuidad de Abel Ferreira no estaba en juego, alcanzar la final de la Libertadores era la última chance de la temporada para la reconciliación entre el equipo y los hinchas, que llegaban un tanto frustrados después de alejarse del líder Botafogo en el Brasileirão y de ser eliminados de la Copa de Brasil ante San Pablo y en su propio estadio.
Lo mejor del partido entre Boca y Palmeiras
Por eso, desde los primeros minutos Palmeiras se hizo dueño del balón e intentó agredir por los laterales con Mayke y Joaquín Piquerez. Sin embargo, Boca no sufría demasiado y con el correr de los minutos fue asentándose en el césped sintético del Allianz Parque. Las premisas parecían claras para los de Almirón. Desde lo físico, el xeneize llevó el roce al extremo. Raspó y raspó, de manera noble e intensa. Desde lo mental, se adueñó de las emociones, de los silencios y de los murmullos que bajaban desde las tribunas.
Ese temple molestó al rival, lo sacó de su eje. “Mente fría y corazón caliente”, había dicho Abel Ferreira en la previa. Claro, no se imaginaba que esa frase definiría con precisión la actuación de los de Almirón que, además, cuando tuvieron la oportunidad, hundieron el cuchillo. La sociedad uruguaya entre Miguel Merentiel y Edinson Cavani fue precisa a los 22 minutos. El primero, cuyo pase pertenece a Palmeiras, recuperó una pelota sobre la banda izquierda y se la sirvió a su compatriota para el 1 a 0, que significó el primer gol del Xeneize como visitante en playoffs de Libertadores desde el 2 de diciembre de 2020, cuando Carlos Tevez le anotó a Inter, en Porto Alegre. Pasaron seis series más
Como finalizó el primer tiempo, empezó el segundo. El Allianz Parque, cada vez más fastidioso con las demoras de los visitantes y menos paciente con los errores de los suyos, comenzó a jugar en favor de Boca que, liderado por el intrépido Valentín Barco, parecía sentirse a gusto. Sin embargo, del otro lado estaba en cancha Endrick, el talentoso delantero de 17 años que ingresó en el entretiempo y ya en sus primeros movimientos demostró capacidad de sobra para sacar a Palmeiras de la monotonía. Y vaya si lo hizo.
Poco después, la expulsión de Marcos Rojo, a los 21 minutos, lo cambió todo. Barco, el mejor de Boca hasta allí, le dejó su lugar a Nicolás Valentini para reacomodar la defensa. Los de Almirón perdieron el control emocional y entraron en la desesperación del rival. Así, cuando peor la pasaba el elenco argentino (Romero le había sacado un cabezazo a Rony), un violento disparo de Piquerez desde afuera del área decretó el empate. Faltaba mucho aún y Boca tuvo que aguantar los ataques del Verdão, ya sin más argumentos que la resistencia.
Y aguantó. Llegaron los penales, esa instancia que contagia de confianza a los de Almirón, ese momento que tanto quería evitar Palmeiras. Allí, se sabía y se sentía, Chiquito Romero no iba a fallar. Y no falló. Le contuvo los disparos a Veiga y a Gómez para que Pol Fernández deje en silencio a todo el Allianz Parque y desate la euforia de los más de 2000 hinchas de Boca que allá arriba, en un codo alto, transformaron el escenario hostil en su casa de fiestas. La final está ahí, el Maracaná y Fluminense esperan. Para Boca, la ilusión por la séptima conquista está más viva que nunca.
Federico Cornali