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Argentina goleó a Curazao 7 a 0 en Santiago del Estero

El equipo de Scaloni cerró la caravana de la alegría en Santiago del Estero, donde Messi superó los 100 goles con el seleccionado; un show de música, gritos y emoción

SANTIAGO DEL ESTERO.– No se trata de entender, se trata de disfrutar. Sólo hace falta observar a la gente emocionada por ver a los campeones del mundo en el centro del estadio Madre de Ciudades para dimensionar lo que representó para esta ciudad ser la casa elegida para el último acto de 10 días de fiesta de la selección argentina. Kilómetros y kilómetros de vallas para contener a miles de hinchas que no pudieron estar en la cancha, porque sólo 42.000 privilegiados pudieron saludar a los guerreros de Qatar. Una escena perfecta, de días y días de emociones de las fuertes. Gratitud eterna que recorrió las calles de Buenos Aires, las tardes de Ezeiza, voló hasta Paraguay y coronó aquí, con una fiesta a la altura de la cita, una de esas que dejan huella, que nadie podrá borrarse jamás.

Se trató de una excusa el partido con Curazao, con un festival que terminó 7-0, porque aquí todos tenían como único objetivo ver a Lionel Messi, a Dibu Martínez, a Nicolás Otamendi, a Ángel Di María… Qué importó si se trató de un rival de segundo o tercer orden, si los hinchas querían decirles gracias a ellos, a los campeones. Y los futbolistas entendieron a la perfección el juego. Porque cuando salieron, como siempre, a comer caramelos Rodrigo De Paul y Leandro Paredes, se entregaron por completo a las tribunas, saltaron cuando debían hacerlo, saludaron todo lo necesario y hasta se permitieron interactuar con Sergio Goycochea, que otra vez fue el animador de todo el show en celeste y blanco.

Y hasta los futbolistas de Curazao comprendieron que, como invitados a esta fiesta, tenían que registrar el momento. Por eso salieron bastante antes al campo de juego y no dejaron de grabar a las tribunas que al ritmo de “Muchachos”, el himno de la selección en Qatar, hicieron explotar el Madre de Ciudades. A nadie le preocupó demasiado que se trató del último partido de los campeones en la Argentina y que ahora deberán esperar dos meses más para volver a verlos a todos juntos, cuando se realice, posiblemente, una gira por Bangladesh. Allí, donde empezará de verdad el nuevo ciclo de Scaloni.

Casi cinco kilómetros de custodia y amor incondicional fue lo que vivieron los jugadores antes de llegar al estadio. Nada de fastidios por una marcha lenta, incluso las risas de Lionel Messi, el dueño de todas las miradas, explicaron cómo está cargada de amor el alma el capitán. Porque ahora, después de tanto afecto, deberá volver a París, para jugar con PSG, en una escena completamente diferente. Aunque claro, en la intimidad saben que estas cosas le permiten después al rosarino soportar cualquier silbido y lo ayudan a blindar su ánimo ante críticas demasiado duras.

Bombos, redoblantes, trompetas en el sector alto del estadio, con la barra de Central Córdoba de Santiago del Estero en el centro de la escena, fue la carta más caliente de una noche ensordecedora, más cargada de gritos que la del Monumental. Porque aquí, una oportunidad como esta resultó sencillamente un guiño del destino impagable. Si hace casi 41 años que no había un seleccionado argentino campeón del mundo jugando en el interior del país. Entonces, cómo no iba a transformarse el estadio en un hervidero de pasión sin interrupciones.

Se sacudió el Madre de Ciudades con cada grito histórico en contra de Inglaterra, se pronunciaron como nunca antes los futbolistas a favor de la candidatura de Argentina, Uruguay y Paraguay como organizadores del Mundial de 2030. No sólo salieron con remeras al campo de juego, sino que posaron con un cartel: “Juntos 2030″. Quedó bien en claro que la visita a la Conmebol y todos los homenajes en Luque resultaron perfectos y encontraron reciprocidad.

En la cancha, también enviaron mensaje los futbolistas, porque se tomaron con mucha calma el compromiso y advirtieron que había una enorme diferencia, entonces, se dedicaron a lo que mejor sabe hacer este equipo: jugar para su capitán. La conexión entre Lo Celso y Montiel le dio la primera gran ovación para Messi que, de derecha, estuvo cerca de anotar el gol 100 en la selección argentina, pero se lo negó una buena respuesta Eloy Room, que por momentos lució más atento a saludar a los jugadores argentinos que por cuidar su arco.

Y como no podía ser de otra manera, el capitán argentino les dio a todos los que vinieron a este estadio lo que pretendían. Apenas 20 minutos y se derritieron los hinchas porque Lionel Messi les pagó las entradas con su gol 100 vestido de celeste y blanco, de derecha y después de un pie a pie que dejó “clavado” al capitán rival, Cuco Martina. Se restriegan los ojos algunos, se secan las lágrimas otros, es que parece increíble, porque muchos recuerdan aquel 1° de marzo de 2006, cuando marcó su primer gol con la selección, ante Croacia, en Basilea y hoy tienen delante de sus ojos al Messi que no para de escribir páginas de oro. Porque no le alcanzó con haber marcado el centenar, por eso en un puñado de minutos llevó su cuenta a 101, después a 102… Siempre Messi. Si hasta fue a pedirle la camiseta a Room, al arquero de Curazao, el que lo sufrió y el que quedará en los libros porque recibió su gol número 100.

Y como todo estaba pensado para que sea una celebración de dimensiones, porque de fútbol poco se puede hablar con un rival como Curazao, hasta el árbitro uruguayo del partido, Gustavo Tejera, sacó la pelota después del tercer gol del capitán argentino, se acercó a unos de los laterales de la cancha y le pidió a uno de los asistentes que la guarde para después entregarle el balón a la leyenda del fútbol mundial: el octavo hat-trick con la selección (también tiene 5 goles ante Estonia).

Se trató del cierre ideal para 10 días de plena felicidad, de comunión con la gente, de reconocimiento infinito, de amor incondicional. Los 7 goles a Curazao, los festejos de Nicolás González, de Enzo Fernández, de Di María y de Gonzalo Montiel, no fueron más que caricias a los hinchas que estuvieron más de ocho horas adentro del estadio para decirles gracias a los campeones del mundo. Se bañaron de cariño, se entregaron y recibieron lo que merecían. Replicaron la celebración de Qatar, con Messi en el medio levantando la Copa del Mundo, dieron la vuelta olímpica y se advirtió que todo ya comprendieron que ahora es tiempo de guardar los festejos, atesorarlos y pensar en sostener su condición en lo más alto. Que el próximo paso deberá concentrarse en tratar de vivir “otra noche como ésta…”.
Diego Morini

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